La ruta de la empanada


Producido por Camello Audiovisual


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EMPANADAS Y ACCIDENTES.
Un día comiendo empanadas en la 80, me tocó ver cómo un bus de belén “no sé qué” se llevó por delante a un tipo que venía bajando en bicicleta a toda velocidad de los barrios más altos de belén. El desplazamiento del cuerpo del ciclista fue tan rápido, que casi ni lo percibí. La siguiente imagen que puedo recordar con claridad es el cuerpo del paciente, doblado de forma antinatural, unos diez metros más allá del bus. En menos de lo que se demoró el busero para salir de su estado de pánico, el cadáver fue rodeado por una decena de mirones. Parecían gallinazos. Aunque fingían estar preocupados por el destino del moribundo, se les notaba un apetito extraño por dentro, como si el chulo irradiara algo que los hacía sentirse más vivos. Los transeúntes morboseaban al tipo al que le había llegado la cita con el “dentista”, como quien mira un reality show, la misma sevicia. Una que otra señora lloró. El desgraciado corrió con la mala suerte de que la cita fuera tan pública. Tener que ver esas caras golosas que saborean con descaro el pozo en el que se ha convertido la “valija” agonizante, me hizo perder del todo el gusto por la empanada que me estaba tragando. Ni siquiera el pique del negro me sacó ese sabor cochino de la cabeza. 
En ese momento supe que un día, quizá muy lejos, quizá muy cerca, las empanadas van a dejar de existir.

ATT: Un man que come empanadas por la 80.